Mr. Kez

Alicante, 1969

En este momento tengo una relación tensa y difícil con la fotografía: yo la adoro pero me da la espalda. La sigo y la persigo pero se me escapa entre las manos o dobla la esquina y me deja esperando. Pero yo, incansable, voy detrás de ella persiguiéndola una y otra vez hasta que la consigo y la hago mía. Es en ese momento cuando mejor me siento. Me parece que la conquisto y se me vuelve a escapar. ¡Qué lucha! pero no me cansaré jamás.

LAS CABINAS DE MI VIDA, 2017

(Curso práctico de Proyectos Fotográficos)

No me había parado nunca a pensar esto, pero mi relación con la Telefónica comenzó desde muy pequeño. Mi padre montó un taller de mecánica del automóvil y para poder atender a sus clientes, se puso teléfono también en casa. Nos instalaron un flamante góndola rojo mural. Recuerdo cuando de muy niño se me encargaban tareas de “telefonista” cuando se espera una llamada importante y todos los adultos habían salido de casa. Esa espera interminable hasta que sonaba el teléfono. Aún no existían los contestadores y los números en Alicante eran de 6 cifras. También recuerdo cuando los “señores de las escaleras dejaban los manojos de cables de colores en las calles y los recogía para hacer aquellas pulseras de plástico que todos los de mi generación recordarán.

Por aquella época, en Tabarca, de donde es oriunda mi madre, al ser una isla, el teléfono era vía radio y lo gestionaba la tía de mi madre. Era un locutorio con aquellas cabinas que tenían forma de concha de color azul trasparente y al finalizar la llamada había que ver que marcaba el Teletaxe para pagar la llamada. Como recuerdo aquellas líneas de radio en las que se oía más el ruido que la voz.

De aquellos lejanos recuerdos de la infancia, de otros en la adolescencia, cuando llamaba todos los miércoles a la 22h a mi novia, a la que su madre había ingresado en un internado en Burgos y los más cercanos; cuando trabajaba en Benidorm de Operador del Servicio Postventa y las utilizaba para solicitar partes de averías o cerrarlos. Y recuerdos de aquella cabina que tenia la mayor recaudación de España. Y la que siempre estaba estropeada porque estaba delante de un locutorio privado. Y en la que quedábamos para ir a trabajar el grupo de compañeros que trabajábamos en Benidorm por si alguno, o mejor dicho, normalmente yo, me quedaba dormido. Todo esto ha hecho que las cabinas se encuentren presentes en mi memoria. Es por ello, que ahora que van a desaparecer, algunas ya lo han hecho, voy ha dedicarles un homenaje. Va por ellas.